jueves, 22 de marzo de 2018

NADA ES ETERNO








Sopla el viento mientras observo mi pueblo,

Sentado en una roca escuchó la conversación de los árboles,
Mientras una hoja nerviosa vuela escribiendo,
Una historia de vidas y recuerdos inmortales,
Que dejaron su sudor y huella en esta tierra.


Dobla la campana del campanario,
Mientras el murmullo de los arroyos me susurran nada es eterno,
Hasta las piedras del camino vuelven a ser polvo,
Y veo desde este alto como fluye la vida en las calles,
Y se acumula la gente a las puertas De la Iglesia del Espíritu Santo.


Desde aquí recorro con la vista tus barrios,
Y me fijo en la basílica De la Cruz Bendita,
Y recuerdo la vida del pastor y el Zaguito,
Tal y como la cuentan nuestros mayores,
Con nostalgia, melancolía y amor.


Detengo mi mirada en el campo santo,
Donde descansa el cuerpo de tanta gente conocida,
Y se me escapa sin querer las lagrimas,
Recordando con el corazón encogido a mi abuela Francisca,
Y todas las palabras que me decía de niño.


Cae la tarde y el sol se va rindiendo a las sombras,
El olor de la primavera con sus flores se hace más intenso,
Ya se encienden las luces en las calles que preceden a la luna,
Mientras las estrellas van buscando su sitio en el cielo,
Me levanto y me dispongo para volver a casa.


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