Oye hijo, siéntate al lado del brasero, que voy a contarte una historia, una historia que me contaban a mí tus abuelos, de un pueblo rodeado de montañas, lleno de olivos, cerezos, brezos, jaras y riachuelos, donde la vida es tranquila y te reciben con brazos abiertos. El pueblo que te digo se llama Casar de Palomero, es una Villa en las Hurdes que enamora al viajero, llena de gente buena, historia y senderos, que como dijo una vez un viejo poeta, las Hurdes enamoran al alma y hacen llorar de alegría al corazón, es paz para la vista y descanso para el caminante. Voy hoy a contarte la historia, esa que me contaban tus abuelos, la del Curandero don Tomás, la de los lagares viejos, la de la sinagoga judía, y la de la cruz de madera que se encontraron sangrando en el puerto. También voy a contarte, las tres culturas que en la Villa convivieron, la Judía, Mora y Cristiana, que han marcado nuestro acento, la casa de la bujarda, la iglesia de arriba con su campanario viejo, la casa de los cartuchos, la fuente de la rosa y el Santo Cordero. También quiero contarte, lo del puente viejo, ese que unió a las Hurdes, salvando el gran río que tenemos, con sus aguas cristalinas donde bañarse sin miedos, la pesquera de arriba con su canal para la central eléctrica, y la pesquera de abajo con sus bellos senderos, la subida por el calvario, para encontrar descanso en el pueblo. Puedo contarte también, la casa donde estuvo el Rey, esa que luego visito su hijo, y más tarde otro Rey que era su nieto, los cantares de antaño y el tamborilero, las jotas que se bailaban y que aún recuerdo, las tardes de fiesta en los toros, miles de leyendas y cuentos. Oye hijo, siéntate al lado del brasero, que voy a contarte una historia, una historia que me contaban a mí tus abuelos, de un pueblo rodeado de montañas, lleno de olivos, cerezos, brezos, jaras y riachuelos, donde la vida es tranquila y te reciben con brazos abiertos.
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