Podemos intentar poner vallas al campo,
podemos intentar poner diques en el mar,
tratar de ser serenos y sensatos,
dejando la dignidad atrás,
podemos intentar volar de nuevo,
negándonos la inevitable libertad,
podemos cortarnos las alas,
y encadenar nuestra paz.
Podemos seguir con las vendas puestas,
podemos seguir negando la verdad,
haciéndonos diez mil promesas,
que ya nunca se cumplirán,
podemos seguir jugando, a ver quién aguanta más,
mientras nos seguimos haciendo daño,
mientras nos volvemos a destrozar.
La vida nos pasó por encima,
lo que empezó irreal se volvió real,
los días se hicieron largos y monótonos,
la rutina cubrió todo de sombras oscuras,
y la soledad fue tomando cada rincón de la casa,
cada centímetro de lo que antes fue un paraíso.
Los abrazos se fugaron con los besos,
mientras el amor y la pasión saltaban por la ventana,
las lágrimas secaron el corazón,
y dejaron condenada de muerte al alma,
aquello que empezó como un cuento,
poco a poco se volvió una atroz pesadilla.
Las palabras hirientes se precipitaban,
los labios ya solo escupían veneno,
las miradas se volvieron indiferentes y frías,
los días que antes duraban un segundo,
se hicieron de repente insoportables y eternos,
y la convivencia murió envenenada.
El respeto se cortó las venas en el baño,
la lealtad murió de un infarto,
la dignidad sacó billete al infinito,
las caricias huyeron despavoridas,
el sol se opacó en nuestro universo,
y nuestro mundo estalló en mil pedazos.
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